Enero 1980:
Se suicida mi madre y mi vida queda marcada para siempre. Siento pena, bronca, alivio. Febrero 1986:
Lo conozco. Es un momento de tensión, nos medimos... Pero el deseo es mas fuerte: ambos somos pasiones alegres. Septiembre 1989:
Nace mi hija. Siento una gran responsabilidad. Quiero trasmitirle la capacidad de romper con el linaje de mujeres sufrientes y ser libre para engendrar la maravilla femenina. Febrero 1992:
Nace mi hijo y reinvento todo mi mundo. Enero 2000:
Mi hermana menor tiene a su segunda hija, quien nace con una discapacidad profunda y no sabemos si va a sobrevivir. La vida golpea en lugares impensados. Marzo 2000:
Me recibo de psicóloga sintiéndome devorada por deseos de realización. Pertenezco a la primera generación de mujeres en hacerlo, habiendo tenido una abuela analfabeta y una madre que no terminó la primaria. Doy un salto generacional. Diciembre 2002:
Compramos nuestra primera propiedad en el peor momento económico. Peleamos por sostener nuestro proyecto a pesar del incendio en el que se encuentra el país. Diciembre 2011:
Tristeza profunda por la muerte de mi sobrino de 18 años en manos de la policía. No alcanzó todo lo que pude hacer para evitarlo. Junio 2013:
Un delincuente mata a mi hermano, padre de mi sobrino asesinado. No tengo consuelo, pero decido apostar por la vida y las pasiones alegres. Mayo 2017:
Me siento tranquila y privilegiada. Llego a un acuerdo con la muerte: yo trabajo para la vida y ella deja de visitarme tan seguido.