Abril 1972:
Carpa del Circo de Balá. No me dejan subir al escenario con los otros chicos y lloro, lloro mucho. En un momento se acerca el acomodador. Carlitos Balá me manda llamar. Paso a su camarín acompañada de mis padres. Me abraza, me obsequia unas golosinas y una foto autografiada. Conversamos un poco y me despido ¡Tan contenta! ¡Tan afortunada! ¡Tan inolvidable! Diciembre 1974:
Presa de un brote creativo, paso una tarde entera recortando los cabellos de mis muñecas. Luego recorto mi flequillo y el de mi hermana menor. Mamá nos mira maravillada y esconde la tijera. Agosto 1976:
Mi prima y yo fabricamos un novedoso barrilete. Está hecho de varillas de madera y papel de revistas. Es enorme y algo pesado como para remontar vuelo, pero lo suficientemente liviano como para derrochar una tarde entera de sol y viento correteando por las calles del barrio, soñando y recreando miles de planes de vuelo. Junio 1977:
A escondidas, escucho una conversación entre mis padres. Nos vamos a mudar de casa… Yo no quiero. Noviembre 1977:
Cuido y alimento a los renacuajos que cacé en un frasco. Crecen sus patas y se les acortan las colitas. Somos amigos. Nos conocemos bien. El cuidado. La vida. Una revelación. Febrero 1980:
Papá cierra los ojos por última vez. Su mano ya no sujeta la mía. Me apropio del conocimiento y el significado del concepto: nada. Enero 1992:
Córdoba. Inmersa en el arroyo me dejo llevar haciendo la plancha. Por momentos el agua serena me arrulla, el sol me contiene y el mate espera en la orilla. Un jilguero se posa en mi rodilla. No me advierte. Lo percibo con mucho cuidado. Llego a la orilla y no me muevo, no respiro. Soy su momento plácido. Marzo 1994:
Alquilo mi primer departamento. Me tiembla el pulso al firmar el contrato. ¿Será así el matrimonio? Diciembre 1999:
Vendo mi bicicleta Merceditas y compro mi primer auto, un Renault 6 mod. 72. Lo llamo Tito. Quiero que se convierta en mi inolvidable compañero de aventuras. Le diseño un cartel que pego en la luneta: «Adquirido en Sotheby´s». Marzo 2000:
El enorme cielo de Madrid se clava en mis retinas. Me pregunto si existen las fronteras. Siento que cada cosa tiene un significado especial, un mensaje entre líneas, una vivencia inmanente. Percibo el sabor de la aventura.