Mayo 1982:
Estoy en el patio del colegio, tengo seis años. La madre de una compañera de mi grado se para frente a mí y se inclina mirándome fijo. Con su dedo índice y una uña larga pintada de rojo, me dice: «Que sea la última vez que le robás la comida a mi hija». Febrero 1985:
Estamos mis hermanos y yo en la playa, hace muchísimo calor y el cielo es turquesa furioso. Jugamos en los médanos desiertos, rodamos, nos dejamos caer, muertos de risa. Al rato, mi hermano menor desaparece. Septiembre 1990:
Mi abuela italiana me invita a almorzar a su casa. Comemos milanesas con papas fritas y tomamos coca. Después de mirar la telenovela, ella me dice que si me gusta un chico, siempre tengo que tener las piernas bien cerradas. Diciembre 1992:
Tengo 16 años. Discuto con mi madre en el fondo de la casa. Le grito que la odio, que ojalá se muera. Ella me pega una cachetada feroz. Marzo 2010:
Estoy en la sala de partos. Es de madrugada y estoy exhausta. Mi hijo nace, azul, inmóvil. Creo que está muerto. Octubre 2010:
Tengo a mi bebé a upa. Jugamos en la terraza, lo acuesto en mis brazos y los dos giramos a toda velocidad. Los colores que nos rodean se aceleran. Mi hijo ríe y yo veo que asoma, como una puntilla de encaje, su primer diente. Noviembre 2014:
Mi hija de dos años y medio duerme por primera vez toda la noche. Mis tetas chorrean leche y tengo olor, pero no me importa. Solamente quiero descansar. Abril 2016:
Me encuentro de casualidad con un hombre que amé con locura y no veo hace quince años. Él me habla pero yo no lo reconozco. Octubre 2016:
Me acuesto con dos hombres distintos el mismo día. Los comparo. A la madrugada me despierto para masturbarme. Enero 2017:
Escribo un nuevo poema que me gusta. Siento una excitación tremenda en todo el cuerpo, electricidad y deseo.