Octubre 1973:
Escuela primaria. Estamos tratando de bailar el minué de la mano con una compañera y nos caemos del escenario. Por suerte, el lugar está lleno de colchonetas que amortiguan el golpe. Caemos riendo y al instante me enamoro. Octubre 1974:
En el acto escolar me toca actuar de granadero. Debo decir: «Buenos días, Capitán». Durante la función me sale una voz distinta y me asusto. Noviembre 1974:
Son los últimos días de vida de mi abuela materna. Se esconde detrás de un armario para empujarlo sobre cualquiera que pasa. Enero 1975:
Mi padre me da unas monedas a cambio de lustrarle los zapatos. Tiene pocos zapatos. Con las monedas compro Corazoncitos Dorin's en la estación de tren. Ahí hay un ciego que declama poesía a los gritos. Parece enojado. La gente del pueblo dice que no es ciego y que se pone semillas debajo de los párpados para hinchárselos adrede. Me da miedo pero me gustan sus poemas. Marzo 1978:
Al terminar quinto grado le dicen a mis padres que no pueden recibirme al año siguiente. Mis padres me envían a otra escuela. En la segunda escuela conozco a Raulo. Raulo estuvo en silla de ruedas porque lo atropelló un colectivo. En la segunda escuela todos usamos el mismo guardapolvo pero Raulo se ve distinto. Lo admiro. Marzo 1978:
Hay una maestra que hace sonar el zapato como un reloj para medir cuánto tardo en responder. Me hago un chorro de pis ante sus preguntas. Enero 1979:
Mi familia pasa las vacaciones junto con una familia vecina. Silvana tiene mi edad y andamos por los médanos, jugando. Vivo un idilio con ella. Enero 1979:
En vacaciones, mi padre me obliga a hacer gimnasia en la playa. Las clases de gimnasia son cada mañana. Con el desayuno en la garganta, espero morir de dolor. Trato de olvidar la gimnasia en la playa para querer a mi padre. Algo mío nunca vuelve de esas vacaciones. Mayo 1982:
Visito a mi madrina en Rosario. A mi madrina le dicen la Conce. La Conce patea la tortuga cuando cruza distraída el patio. La Conce levanta la tortuga y grita: «Así te voy a levantar a vos, si te quedás parado en el camino». También me hace creer que ella come cantos rodados y que si alguien come cantos rodados pierde los dientes pero vive muchos años. Mayo 1982:
A los dieciséis años voy al teatro. Conozco a José María Vilches, que representa poemas de Antonio Machado. El camarín está oscuro. Vilches me dice suavemente: «Deja que tus ojos estén atentos». O al menos eso entiendo yo.