Marzo 1968:
Pinto gauchos, caballos y malevos con el estilo de Modigliani. Así lo acuño por siempre en mí. Sus obras muestran inconfundibles mujeres con límites internos y externos demarcados por líneas que se constituyen en perfectas fronteras. Fáciles de plagiar. Me pregunto, ¿imponerle a mi mundo límites estrictos es influencia de Modigliani o mis límites hacen que me identifique con el pintor? Diciembre 1968:
Mis padres me dejan en la casa de mis tíos en Moisés Ville, un pueblito en Santa Fé. Mi tío me lleva en su camioneta Ford 59 al campo. Dos horas de viaje. Llegamos. Aprendo a abrir y cerrar tranqueras, a atraer a los novillos y a reconocer los cultivos. Compartimos mate y tortas fritas con los peones. Siento a mi tío como un segundo padre y , a veces, como un primero. Enero 1981:
Tocan el timbre. Abro. Martín. En su mano, tres hojas. Respira con dificultad por su asma y tal vez por la situación. Trae el texto del examen para concursar por una beca en economía en Washington un día antes que lo tomen. Ni con los libros sabe completarlo. Respondo todos los temas. Obtiene la beca. Diciembre 1983:
Estoy en Nueva York. Me aproximo para besar a una chica que veo por primera vez. Aterrada, retrocede. Extiende su brazo derecho y articula un hueco «nice to meet you», «encantada de conocerte». Lo opuesto me había ocurrido en Río: el segundo «beixo» de mis amigas volaba sin llegar a rozar mi mejilla. Dar un único beso como en Argentina no rige en todo el mundo. Febrero 1984:
Estoy finalizando un Master en Economía en Río de Janeiro. Me llama mi director de tesis para preguntarme si me interesa un curso avanzado de matemáticas. Cuando le pregunto quién iba a dictarlo para ver si me interesaba concurrir, me responde «vos». Agosto 1988:
Reunión en Nueva York. Hago una propuesta. El americano que lidera la reunión me dice que lo que planteo no es «KISS». No encuentro vínculo alguno entre lo que postulo y un beso. Me explica que «KISS» significa «Keep It Simple and Stupid». Que si deseo hacer que algo funcione, esto debe ser simple y estúpido. Enero 1990:
Respondo a un aviso y me incorporo a trabajar en un banco privado, poco después de ser Director del Banco Central. Paso de estar en una oficina con boiserie y escritorio inglés, tener chofer y dos secretarias, a un rincón perdido en el medio de un inmenso espacio repleto de empleados y carpetas. Diciembre 2001:
Argentina se hunde en la peor crisis de su historia. A muchos no les alcanza para comer. Saqueos. Me cruzo con una madre jovencita. Calza alpargatas deshilachadas. Cinco hijos cuelgan de sus manos. Se los ve prolijos y con el guardapolvo impecable. Un escalofrío me atraviesa. Siento estar frente a una auténtica heroína. Enero 2015:
Visito el zoológico con mis sobrinos. Llegamos a la jaula de mi preferido: el tigre. Cautivo, aletargado, casi atontado, su mirada hueca. Nada en común con el que corre en libertad por bosques y montañas. No veo motivo para llamar a los dos con el mismo nombre. Enero 2016:
Dicen que hay habilidades que no se pierden jamás: andar en bicicleta, esquiar, tocar un instrumento, leer. No es cierto. Hoy mis errores jugando al tenis se vuelven tan graves que arruino cualquier partido a mis compañeros de juego . No tengo otra alternativa que abandonar el deporte.