Enero 1991:
Se me ocurre que tengo que tocar las cosas tres veces. De lo contrario, algo terrible puede pasarme. Si toco una ventana con la mano derecha, por ejemplo, después la tengo que tocar con la izquierda y, por último, con la derecha. Empieza un tormento. Marzo 1993:
Mi abuela me regala un «Pequeño Manual de Piedad» con una gran cantidad oraciones católicas. Cada oración promete una cantidad determinada de «días de indulgencia». No tengo en claro lo que eso significa pero por las dudas rezo varias veces la que más días de indulgencia otorga. Me obsesiono con los rezos al punto que ocupan casi todo mi tiempo libre. Julio 1994:
Después de la explosión de una bomba en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en mi colegio comienzan las amenazas. Se implementa un sistema de simulacros que es así: la secretaria entra a clase en cualquier momento del día, grita la palabra «campeón», y nosotros tenemos que salir disparados por las escaleras y refugiarnos en un estacionamiento a una cuadra de la escuela. Octubre 1997:
Tengo doce años y voy a la fiesta de egresados de otro colegio. A la salida, mientras esperamos en la puerta a que nos pasen a buscar, unos chicos se acercan y nos preguntan si queremos éxtasis. Nos muestran unas pastillas blancas. No termino de entender si es verdad o nos están haciendo un chiste. Abril 1998:
Empiezo la secundaria y me va mal en Geografía. Implemento un sistema para copiarme en los exámenes que consiste en esconder mapas en el baño, atrás de la tapa donde está el botón para tirar la cadena. También utilizo un método más sofisticado que consiste en escribir un machete en la computadora, con tipografía minúscula, imprimirlo y escondérmelo adentro de la corbata del uniforme. Septiembre 1998:
Pruebo mi primer cigarrillo. Lo sostengo tan fuerte entre los dedos que se parte en dos. Junio 1999:
Mi amiga Gaby es la primera del curso en tener internet. Empiezo a ir a su casa todas las tardes a la salida del colegio y nos pasamos horas chateando con adolescentes desconocidos por mIRC. Una pregunta típica que los chicos nos hacen en el chat es: «Del 1 al 10, ¿qué puntuación te darías?» Mayo 2008:
Le cuento a mi mamá que decidí irme a vivir sola. No me habla por una semana. Me pregunta qué hizo mal. Noviembre 2013:
Un chico que había conocido en una fiesta y que no me había llamado la atención me invita al cine a ver «El Gran Hotel Budapest» y accedo con desgano. Acude a la cita con unas Crocs, que detesto, pero igual me enamoro perdidamente de él. No se parece a nadie que haya conocido jamás. Julio 2017:
Me obsesiono con regalar ropa y libros. Me desprendo de adornos, discos y papeles. Es una forma de hacerle lugar en el mundo físico y en mi cabeza a un nuevo integrante en la familia.