Octubre 1977:
Carolina y yo trepamos el tapial de detrás de casa, nos colamos en casa del vecino, abrimos la jaula que tiene en el jardín y liberamos a decenas de pajaritos. Diciembre 1982:
Mi papá me enseña a andar en bici, que no es rosa, sino celeste. Una miniroda supersport. Mi papá es paciente. Me da un envión en la vereda. Me caigo. Duele. El pedal me deja una herida larga y gorda en mi tobillo derecho. Después es cicatriz. Octubre 1983:
Llegó la primavera y voy a visitar a mi hermana mayor a Córdoba. Me lleva al cine a ver Pink Floyd «The Wall». La gente joven está contenta porque se terminó la dictadura. Hay revuelo de pelos y libros. Febrero 1989:
Cuatro amigos de la universidad y yo nos ponemos a escribir libros y a hacer radio en una emisora pirata: NotreDame Despierta, FM A Galena. Diciembre 1994:
Mi primer avión sobrevuela el Atlántico. Llego a Berlín una noche de frío insoportable y niebla. Alexanderplatz se ve como una escena de película futurista soviética. Junio 1996:
Vuelvo a Berlin. Todo está verde y la gente toma en las veredas café con leche en platos de sopa. Todo es fiesta.
La ciudad del muro y del río y los canales. Los comunistas, en efecto, no comían chicos. Octubre 2005:
Veo serpientes, monjes corriendo para llegar al Ganges, el árbol de Buda, y vacas sagradas que pastan nada. Un asceta habla. Yo creo que ya estuve en Varanasi algunos kalpas atrás. Agosto 2008:
Martín nace después de 26 horas. Puje, puja, pujo. Me desmayo. Cuando ponen a mi hijo en mi pecho grito como loca de alegría. Parir es un acto animal y valiente. Febrero 2010:
Milo nace en el agua y sale como pez flotando. Arriba cuelgan unas estrellitas y nos sentimos felices. Es tibio y calladito como un beso. Octubre 2016:
Me mudo a mi casa número 13. Empieza la mitad de mi vida.