Junio 1993:
En el patio del colegio se me acerca el profesor de teatro, un irlandés de cuarenta años, y me pregunta si quiero ser parte de la próxima obra. Ni siquiera sabía que había una compañía en el colegio. Naturalmente, digo que sí. Diciembre 1994:
El profesor de matemáticas nos llama a volver a clases, somos decenas y nos negamos a volver, exaltados por ser los últimos días del ciclo básico. Algo se apodera de mí: lidero a la multitud, largo un extinguidor de incendios en la cancha de fútbol y luego secuestro la campana para terminar arrojándola a la piscina del colegio, en medio de la celebración y sorpresa de todos. Octubre 1995:
Después de un almuerzo familiar, un día domingo, el padrastro de la pareja de mi hermana, un italiano de 55 años, se me acerca y me dice: «Tú no hablas mucho. Eso es bueno, quien habla menos escucha más». Diciembre 2000:
Estreno de mi primera composición en el conservatorio. La pequeña sala está llena de alumnos, profesores y familiares. Dirijo a 5 percusionistas tocando platillos. En un momento es tal la intensidad del sonido que puedo sentir detrás mío cómo las personas se erizan y contraen sus cuerpos. Junio 2003:
Estreno de mi primera composición para orquesta sinfónica. La música se desenvuelve, el sonido crece, se suman todos los instrumentos, estoy hechizado, me cuesta creer que esto está sucediendo. Diciembre 2004:
Salgo de la audición. La alumna ayudante me dice que ahora debo reunirme con el director de la academia. Nos sentamos en una mesa en una sala de conciertos, hablamos de Chile, Concepción, mi música. Me dice que puede ofrecerme un puesto en la Real Academia, pero que, eso sí, tendré que acostumbrarme al clima. Junio 2005:
Luego de haberle dejado unos regalos e ir a almorzar, volvemos a la casa de Nicanor. Al llegar a su puerta se oye a todo volumen uno de los discos que le regalé. Nos ve en el antejardín, se acerca y comienza a recitar Hamlet. Se detiene y me pregunta: «¿cómo sigue?». No lo sé, pero recuerdo la escena del comienzo, recito, me oye atento, hace un gesto de aprobación y nos invita a pasar. Septiembre 2005:
Voy a un concierto de Helmut Lachenmann con mi novia y un amigo. Salgo en el intermedio a fumar un cigarrillo y al volver lo veo sentado en las filas del medio conversando con alguien. Dudo si volver donde estaba o ir a hablarle. Me acerco y detiene su conversación para recibirme. Es amable y cariñoso, al final me da su correo. Enero 2008:
Llegan 191 músicos para la realización de «Musicircus». Se instalan en sus lugares, el público ocupa todo el espacio. Tomo la claqueta, la sostengo con los brazos en alto, doy un golpe certero y empieza el caos. Diciembre 2016:
Viajo a Oaxaca, invitado a un festival de música. La estadía parece un sueño: el lugar es hermoso, las personas increíbles, la comida maravillosa, la camaradería excepcional. Bebemos mezcal en grandes cantidades.