Marzo 1983:
Mi madre me pide que cuide a mi hermana Cintia, que está subida a una pared del frente de la casa, sobre un pilar. Yo la descuido y se cae. Resultado: un ojo morado. Abril 1986:
Estoy en la primaria y mi madre me lleva al oculista porque cuando juego con la computadora guiño demasiado los ojos. Comienzo a usar lentes. Mis compañeros me dicen cuatro ojos y me cargan, lo cual me lleva a no querer usarlos y a perder progresivamente la vista. Febrero 1992:
El padre de mi mejor amiga intenta tocarme la cola mientras yo estoy recostada. Me niego y salgo de la pieza. Le cuento lo sucedido a Lorena cuando volvemos a la casa, ella no lo puede creer. Al llegar, ella y su hermano me dan una carta y se van. La carta dice que no quieren verme más. Diciembre 1995:
Actúo por primera vez en un teatro importante del conurbano. Siento una alegría inmensa, y a la vez temor. Marzo 1998:
Venimos del cumpleaños de Valeria y queremos festejar bailando en un boliche llamado Ave Porco. Mi novio no quiere entrar, pero yo sí. Esa noche conozco a Priscila y me descubro sexualmente lesbiana. Es amor a primera vista. Marzo 2007:
Decido que el teatro sea mi fuente de ingreso y comienzo a estudiar la carrera de profesora de artes. Dejo mi trabajo en la fábrica, donde me explotan y nunca tendría futuro. Mayo 2012:
Doy mi primera clase de teatro en una escuela secundaria. Siento miedo, y a la vez el placer de haber logrado mi sueño luego de no haberme creído capaz de dedicarme a ello. Junio 2012:
Llega a mi vida Felipe, mi perro labrador. Eterno amigo amoroso, amigable, juguetón y un hijo que no tengo. Diciembre 2015:
Conozco al amor de mi vida, a esa persona que va a estar hasta el último día a mi lado y yo al suyo. Mágico, a flor de piel, vivo, adrenalínico, perfecto, amor sano y real, verdadero. Junio 2016:
Llega el momento que más espero con todas las ansias y miedos juntos: me operan de miopía. Dejo de usar esos lentes que cubrieron mi cara exactamente treinta años. Veo por mí misma sin tener que depender de dos vidrios.